Marcos Ana y los hijos del franquismo

Sorprende lo sencillo que resulta para muchos dejarse llevar por el odio. Justicia y odio, dos cosas muy distintas. No existe recuperación de la senda sin justicia, pero tampoco se puede encontrar con el bastón del odio. Eso es lo que muchos, allá por 2010, no quisieron entender cuando se les hablaba de Memoria Histórica. Fue entonces cuando el Semanario Alba, desaparecida publicación del grupo Intereconomía, de editorial ultracatólica y conservadora, publicó el artículo «Una medalla ensangrentada» en el que descubría el verdadero rostro del poeta comunista Marcos Ana. Toda la prensa reaccionaria de nuestro país se volcó entonces en presentar a Fernando Macarro (verdadero nombre del poeta) como el asesino a sangre fría de tres personas. (Y dejemos, solamente, un gráfico ejemplo).

Hoy parece que esa fiebre postfranquista brota de nuevo después de que Pablo Iglesias felicitara por Twitter al poeta en su 95 cumpleaños. «Pablo Iglesias felicita al asesino de tres personas«, reza un titular de hace unas semanas en La Gaceta. Pero la cosa no queda ahí. La gente empieza a compartir trozos de este panfleto, deshilachado, con capturas de pantalla y desinformación en las redes sociales, y se comienza a sembrar la semilla del odio.

Dejemos las cosas claras. ¿Fue Marcos Ana un asesino?

Fernando Macarro (1920-) fue durante la República un joven cristiano secretario de varias organizaciones católicas como San Tarsicio, en la comarca de Alcalá, y Santos Justo y Pastor. Posteriormente pasó a formar parte de las Juventudes Socialistas y será entonces cuando estalle la Guerra. No podrá alistarse en el ejército regular hasta 1938, cuando cumplió los 18 años de edad, pero hasta entonces se fue educando en política y acabó convertido en un joven comisario de las Juventudes Socialistas. Fue apresado poco después por una división italiana en Alicante pero no será hasta 1941 cuando se le condene a muerte por «tomar parte directa» en el asesinato, según el tribunal militar, de tres personas durante los meses posteriores al Alzamiento (Julio y Septiembre de 1936).

¿Hasta qué punto se ajusta a la verdad el veredicto del tribunal? No puede saberse pero sí intuirse. Los juicios de los años inmediatamente posteriores al Día de la Victoria («…cautivo y desarmado el Ejército Rojo…») no se caracterizaron precisamente por su imparcialidad. ¿Cuántas pruebas quedaban de un presunto delito cometido cinco años antes y con una terrible guerra de por medio? La fórmula «tomó parte directa» no parece tampoco demasiado segura de sí misma. Las propias declaraciones de Marcos Ana recogen lo siguiente:

«En mi caso personal quedé impresionado y perplejo por las acusaciones del fiscal. Me hacían responsable de hechos sucedidos en Alcalá de Henares por los que ya habían sido juzgados muchos compañeros y algunos de ellos fusilados. Era la práctica habitual en aquella época confusa, especialmente en los pueblos: imputar a los dirigentes más conocidos la responsabilidad de todo lo ocurrido en el lugar.»

Pero sigamos adelante. Dos años después se anuló su condena por defecto de forma pero poco más tarde se le volvió a condenar a la pena máxima. En 1944 la pena de muerte le fue conmutada por 30 años de cárcel -no fue fusilado porque los delitos que se le imputaban los habría cometido siendo menor de edad-, a los que se sumaron otros treinta por participar desde la cárcel en la creación del periódico clandestino Juventud (en total fue condenado a 60 años de prisión).

Consiguió la libertad en 1961 gracias al decreto que promulgó el Gobierno de Franco, que intentaba por todos los medios mostrar su rostro más aperturista, con el que serían liberados todos los presos que llevaran más de veinte años ininterrumpidos en prisión. A todo esto se unió una gran campaña internacional por la liberación de Marcos Ana, que se había labrado cierto nombre fuera de España -sobre todo entre los círculos de la resistencia y del Gobierno en el Exilio- gracias a su poesía. La liberación de Marcos Ana creó un gran revuelo internacional y provocó la publicación, por parte del Ministerio de Información y Turismo (dirigido por Manuel Fraga), de un folleto titulado «Marcos Ana, asesino», en el que se profundizó en detalles sobre los presuntos delitos del poeta.

Entendamos la época. España a comienzos de los 60 tenía principalmente dos objetivos: frenar el avance revolucionario que había estallado en 1956 con los primeros disturbios universitarios en Madrid, que mostraban un descontento cada vez más irreverente hacia el régimen franquista, y a su vez mostrar un rostro aperturista, que permitiera dar buena imagen de España en Europa y EEUU (una intención que se verá cristalizada en 1964, con las innumerables celebraciones de los «XXV Años de la Paz»). Difícil combinación.

Marcos Ana estaba dañando estos dos objetivos del régimen franquista con su liberación: su descripción de los 23 años que pasó en las cárceles del régimen, la denuncia de las violaciones de los derechos humanos que en ellas se cometían, etc., estaban minando la imagen presuntamente aperturista que vendía la «Paz» como logro del general Franco y estaban sembrando más gérmenes de posible disidencia (no hay que olvidar lo mal que le sentó a Franco -pero también a Fraga- el famoso Contubernio de Munich de 1962, que reunió a gran parte de la oposición al franquismo, tanto del exterior como del interior de España).

Se comprende entonces perfectamente la ofensiva del Ministerio de Información y Turismo hacia Marcos Ana y cómo los periódicos de la época (por aquel entonces todos en manos del régimen) comenzaron a sacar noticias que relataban, en ocasiones con escabrosos detalles, los supuestos crímenes del pérfido Fernando Macarro.

En 2010, muchos periódicos recuperaron los informes de los tribunales militares de los 40 y la propaganda franquista de los años 60 para volver a atacar a Marcos Ana. ¿Cómo no? El Gobierno Socialista de Zapatero y un buen puñado de intelectuales de izquierdas elogiaban y premiaban al poeta, el preso político que más tiempo había pasado en las cárceles franquistas y gran luchador por la democracia en el exilio. ¿Qué mejor momento que éste para criticar de un plumazo la Ley de Memoria Histórica y al Gobierno Socialista?

En 2015 la historia se repite. De nuevo vemos en parte de los periódicos y en las redes sociales (novedad relevante y a tener muy en cuenta) el uso de informes militares y artículos de prensa franquista como verdad absoluta para difamar al líder de Podemos, una formación que ha cambiado totalmente el mapa político de España y que ya supera en las encuestas al conservador Partido Popular.

Esto resulta muy revelador porque nos vuelve a mostrar, de nuevo, el daño que hizo el franquismo a nuestro país, condenando a generaciones y generaciones a olvidar la Historia y crear un relato paralelo y falso.

Afortunadamente cada vez somos más los que sabemos que la democracia es, siempre, memoria. Que recordar nuestro pasado, investigarlo y poner todas las cartas sobre la mesa es hacer justicia y que ningún país debe pasar la vergüenza de construir su presente sobre el olvido.

Cada vez somos más los que creemos que se debe honrar a aquellos que han luchado por la democracia y no a los que se afanaron en destruirla. Que no nos engañen aquellos que usan argumentos -¡y documentos!- franquistas para atacarnos. Estamos en el siglo XXI y es tiempo de democracia, de memoria, de pueblo.

La hoguera del pueblo tiene
aún esparcidas sus aguas.
Ay, como el fuego se junte,
¿quién apagará sus llamas?
¿quién sujetará los bosques
del pueblo ardiendo en sus armas?

Tomad la mano que el pueblo
os ofrece en paz, tomadla.
No esperéis que se maduren
en el dolor las espadas.

Los diques también se rompen
bajo el martillo del agua;
el viento descuaja el árbol
por hondas que estén sus plantas;
y hay volcanes que deshacen
el pecho de las montañas.

Escuchad la voz de un pueblo
que busca la luz del alba,
con la paz en sus banderas
y el amor en sus gargantas.
No dejéis que se maduren
en el dolor las espadas.

Tomad la mano que el pueblo
os ofrece en paz. TOMADLA.

«Mano en Paz», de Marcos Ana

Acerca de Pablo Aparicio Resco

Docente de Arqueología Virtual en el Máster de Patrimonio Virtual (UA), en el Incipit (CSIC) y en cursos y talleres independientes. Autónomo en PAR - Arqueología y Patrimonio Virtual. Historiador del Arte y Arqueólogo.
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4 respuestas a Marcos Ana y los hijos del franquismo

  1. LuisWSev dijo:

    Reblogueó esto en perroflauteandoy comentado:

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  2. Me encanta la gente que pierde el tiempo limpiando con un pincel lo que otros emponzoñan a bastonazos. Muy buen artículo

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  3. Carlos Rivera dijo:

    Muy buen artículo. Es aberrante que aún hoy se den por buenas las acusaciones y condenas de los tribunales de Franco que, como es sabido, eran «totalmrte imparciales»..En la misma época.(y hasta ahora)..¿a cuántos franquistas se condenó por asesinato? ¡Ah no! ¡que esos eran del régimen y mataban por la Patria!

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