Ciudadanos, contrarrevolución y miedo

Hace poco me regalaron La CIA contra América Latina. Caso especial: Ecuador, un pequeño volúmen publicado recientemente que recoge varias entrevistas a Philip Agee, ex-agente de la CIA arrepentido que escribió allá por 1975 el libro Inside the Company: CIA Diary en el que revelaba las prácticas de la agencia de inteligencia estadounidense para imponer gobiernos favorables a sus intereses a lo largo y ancho del mundo. La estrategia fundamental de los agentes de la CIA en Ecuador era el desestabilizar, dividir y destruir a la izquierda latinoamericana para evitar que el ejemplo de Cuba se extendiera y que, con él, los intereses de EEUU y de las grandes fortunas del mundo, se vieran perjudicados. Para lograr su objetivo llevaban a cabo las más variadas prácticas: infiltrarse en manifestaciones para reventarlas desde dentro, poner explosivos en iglesias acompañados de falsos panfletos revolucionarios, propiciar divisiones internas dentro de partidos afines a la revolución cubana, financiar grupos derechistas y contrarios a la izquierda soberanista, falsificar documentos para inclinar las elecciones hacia aquellos favorables a sus intereses, poner a sueldo a periodistas en todos los medios de comunicación para criminalizar y desprestigiar a la izquierda e, incluso, fundar o apoyar partidos para defender con eficiencia los intereses de los poderosos.

Muchas de estas prácticas, quizás más sutiles y encubiertas, nos suenan en la actualidad aquí, en España. No estoy insinuando que la CIA intervenga en nuestra política -al menos a gran escala-. No creo que sea necesario: existe ya un entramado de poderes económicos de tintes mafiosos que no dudan en actuar a favor de los intereses del capital y que, sin duda, han utilizado también en nuestro país muchas de las prácticas de las que nos habla Agee. En la manifestación del 25-S de 2012 se repitió una de las escenas más comunes de los últimos tiempos: la presencia de policías infiltrados entre los manifestantes de vanguardia para generar tensiones y provocar violencia que acabara criminalizando estas movilizaciones al identificar a los radicales con la izquierda política. Podríamos recordar también un nutrido puñado de portadas de los periódicos de más tirada de este país que abrían sus ediciones, hace pocos meses, con noticias directamente falsas o tergiversadas sobre Podemos y sus principales dirigentes (algo de lo que ya hemos hablado en este blog) que buscaban la criminalización y desprestigio de esta emergente fuerza política. La estrategia del miedo, además, sigue estando siempre presente. En un momento de la entrevista realizada a Agee en 2006, éste comenta:

«Lo que hicimos era llevar a cabo una serie de acciones y de operaciones para continuamente tratar de denigrar a los que apoyaban a Cuba allá en Ecuador, subrayando siempre el peligro de que Cuba se repitiera en Ecuador.»

Cambien Cuba por Grecia, Uruguay o Venezuela. Cambien Ecuador por España. Obtendrán entonces una frase que podría haber sido confesada por Pedro Arriola.

El ascenso de Podemos desde las elecciones europeas de 2014 provocó continuas embestidas contra esta formación por parte de las fuerzas tradicionales del país y de los poderes supranacionales (como la Troika y los grandes empresarios) que, pese a todo, no lograron frenar la popularidad de la fuerza morada, que seguía recabando apoyos y subiendo en las encuestas. Se acusó a Podemos de ser ETA, de ser Venezuela. Se acusó a Íñigo Errejón, una de las caras más visibles de la formación, de ser ejemplo de «la peor corrupción del país» porque le faltaba una notificación por escrito en un contrato universitario. Se acusó a Monedero de defraudador, de caradura e, incluso, de haber falsificado su currículum como profesor. Pero eso no bastaba: Podemos seguía congregando a cientos de miles de personas en la Puerta del Sol. Había que hacer algo más.

El PP y el PSOE habían perdido durante la crisis económica que comenzó en 2008 gran parte de su credibilidad y apoyarles como alternativa resultaba suicida en un momento en el que los casos de corrupción, azules y rojos, brotaban como las flores en primavera. El sistema y el poder económico puso entonces sus ojos en otra fuerza emergente: Ciudadanos. Se trataba de una formación política ideológicamente plana, sin larga trayectoria y, por lo tanto, poco manchada por el fango del parlamentarismo, una fuerza que comulgaba con el sistema capitalista y en la que coincidían rostros jóvenes y cierto anticatalanismo. Era el campo de cultivo perfecto para construir la alternativa a Podemos, la alterenativa al cambio, una alternativa contrarrevolucionaria que defendiera los intereses del capital, del IBEX 35 y las grandes fortunas y, al mismo tiempo, conquistara el favor de gran parte de la clase media y de los que se llaman «de centro», adoptando un discurso populista de derechas.

Era perfecto. Y era algo, por desgracia, que Podemos no supo ver venir con suficiente tiempo.

Hace unos días Iñaki Gabilondo reflexionaba en este vídeo sobre el ascenso de Ciudadanos con cierta perplejidad: comprendía el triunfo de Podemos en un momento en el que la sociedad reclama cambio, el ascenso de un partido con formas y propuestas rompedoras, pero se sorprendía ante la potencia de Ciudadanos, partido al que certeramente calificaba como «una versión lavada, planchada, y pasada por el cirujano estético, del Partido Popular». Yo no comparto esa sorpresa: resulta sencillo explicarse el porqué del ascenso de Ciudadanos si atendemos a cómo el régimen establecido, apoyado, por supuesto, por los intereses económicos más reaccionarios, intenta siempre salvarse a sí mismo. Además, debemos tener en cuenta que la estrategia del miedo que las élites están llevando a cabo está dando, con creces, sus frutos: la gente va a apoyar con más facilidad un partido que se dice «del cambio sensato» porque, realmente, no hay ningún cambio profundo en el programa de Ciudadanos y eso, por supuesto, da mucho menos miedo. «Virgencita que me quede como estoy», decían.

Es peligroso, sin embargo, que un proyecto político se centre únicamente en moralizar la política, en la lucha contra la corrupción, en la supuesta transparencia, como dicen hacer Ciudadanos. Estos son requisitos necesarios pero no únicos porque la raíz de los problemas que quieren solucionar se encuentra fuera de ellos. Pablo Dávalos escribía hace poco un párrafo que es necesario tener muy en mente:

«La moral es el horizonte de posibilidades de la clase media y, al mismo tiempo, marca el límite de su proyecto histórico. Por ello pueden inscribirse con comodidad en el interior del liberalismo y sus prescripciones. La moralización de la política les permite refundar el sistema político sin tocar un milímetro el sistema económico y menos aún las relaciones de poder que de él derivan.»

El capitalismo está usando a Ciudadanos como mal menor para conquistar el favor de los españoles hacia una alternativa que, realmente, no supone ningún cambio, es decir, que sirve a los intereses de las grandes fortunas, al igual que han hecho el PP o el PSOE hasta ahora. Es por eso, además, que la palabra «cambio» está perdiendo todo su sentido, se está vaciando completamente y de aquí a unos meses quizás solo tenga sentido utilizarla para hablar de cambio de chaqueta, de maquillaje o de fachada, y probablemente veamos al PP y al PSOE usarla con tranquilidad. Nos han vuelto a robar el lenguaje a la gente de las plazas.

Así las cosas, nos aproximamos a la cita electoral de Mayo de 2015 con una gran masa de población que está cansada de los partidos tradicionales, que ha sido bombardeada con una campaña del miedo hacia el cambio y a la que, ahora, se le abren las puertas de un cambio sensato al que no deben tener miedo. Curioso.

Si asumimos que la palabra «cambio» está siendo vaciada e, incluso, prostituida (vendiéndose por dinero, literalmente), nos damos cuenta rápidamente de que solo la valentía y la agudeza política de los votantes puede inclinar la balanza hacia la revolución.

P.D.: Hablan de que Podemos también fue alzado por los medios de comunicación, al igual que Ciudadanos. Es falso. Podemos daba audiencia y, por lo tanto, dinero a las candenas televisivas y, por ello, querían mantener en parrilla a profesores universitarios que de verdad conectaban con la gente, que eran Trending Topic mundial cada vez que abrían la boca. Iglesias, Monedero y Errejón fueron rentables a una televisión que vive al día y por eso, solo por eso, aparecían día sí y día también en nuestras pantallas. Ahora bien, a partir de la Asamblea Sí Se Puede de Noviembre de 2014 parece notarse un cambio: el sistema reaccionó con fuerza apartando poco a poco a estas figuras de las televisiones y mostrando cada vez más, sobre todo desde Enero de 2015, a figuras asépticas como Albert Rivera que nunca se ganaron el share por sí mismas y que necesitaron un impulso extra porque no contaban con la audiencia para conquistar espacios televisivos por su cuenta. Es aquí donde observamos que Ciudadanos es una creación desde arriba y no desde abajo como Podemos. Una diferencia bastante notable.